TEXTOS y MONÓLOGOS VARIOS

EL OSO * CHEJOV

ELENA IVANOVNA:
¡El hombres (Ríe sarcáticamente.) ¡El hombre, fiel y constante en el amor! ¡Qué novedad! Pero, ¿qué derecho tiene usted a decir semejante cosa? ¡Los hombres, fieles y constantes! Ya que estamos en eso, le diré que de todos los hombres que he conocido y conozco, el mejor de todos era mi difunto esposo... Lo quería apasionadamente, con todo mi ser, como sólo puede querer una mujer joven, inteligente; le di mi felicidad, mi juventud, mi vida, toda mi fortuna... Respiraba con él, lo hice mi dios, como una pagana, y... y, ¿qué? Él, el mejor de los hombres, me engañaba a cada paso en la forma más vergonzosa.
Después de su muerte encontré en su escritorio un cajon lleno de cartas de amor, y durante su vida -¡me da horror el solo recordarlo!- me dejaba sola durante semanas enteras, les hacía la corte a otras mujeres ante mis propios ojos, me engañaba, derrochaba mi dinero, se reía de mis sentimientos... Y, a pesar de todo eso, yo lo quería y, le era fiel... Más aún: él ha muerto, pero todavía le soy fiel y constante. Me enterré para siempre entre cuatro paredes,y no me quitaré el luto hasta la tumba...


.........................................................................


HAMLET * SHAKESPEARE 
(1)
HAMLET:
Ser o no ser... ¿Qué es más elevado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndole frente, acabar con ellas?
¡Morir..., dormir, no más! ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡He aquí un término devotamente apetecible! ¡Morir..., dormir! ¡Dormir!... ¡Tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el obstáculo! Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños nos pueden sobrevivir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida. ¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio! Porque ¿quién aguantaría los ultrajes y desdenes del mundo, la injuria del opresor, la afrenta del soberbio, las congojas del amor desairado, las tardanzas de la justicia, las insolencias del poder y las vejaciones que el paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple estilete? ¿Quién querría llevar tan duras cargas, gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, si no fuera por el temor de un algo después de la muerte,- esa ignorada región cuyos confines no vuelve a traspasar viajero alguno-, temor que confunde nuestra voluntad y nos impulsa a soportar aquellos males que nos afligen, antes que lanzarnos a otros que desconocemos? Así la conciencia hace de todos nosotros unos cobardes; y así el color nativo de la resolución se debilita con el pálido tinte del miramiento, y las empresas de mayores alientos e importancia, por esta consideración tuercen su curso y dejan de tener nombre de acción...



....................................
(2)
HAMLET:

Ya estoy solo. ¡Oh, que miserable soy, qué parecido a un siervo de la gleba! ¿No es tremendo que ese cómico, no más que en ficción pura, en sueño de pasión, pueda subyugar así su alma a su propio antojo, hasta el punto de que por la acción de ella palidezca su rostro, salten lágrimas de sus ojos, altere la angustia su semblante, se le corte la voz, y su naturaleza entera se adapte en su exterior a su pensamiento?...
¡Y todo por nada! ¡Por Hécuba! ¿Y qué es Hécuba para él, o él para Hécuba, que así tenga que llorar sus infortunios? ¿Que haría él si tuviese los motivos e impulsos de dolor que yo tengo? Inundaría de lágrimas el teatro, desgarrando los oídos del público con horribles imprecaciones; volvería loco al culpable y aterraría al inocente; confundiría al ignorante y asombraría, sin duda, las facultades mismas de nuestro ver y oír. Y, sin embargo, yo, insensible y torpe, me quedo hecho un Juan Lanas, indiferente a mi propia causa y no sé qué decir; no, ni aun en favor de un rey sobre cuyos bienes y vida apreciadísima cayó una destrucción criminal. ¿Seré un cobarde? ¿No habrá quien me tache de villano, rompa por en medio mi cabeza, me arranque la barbas y me la sople al rostro, me agarre por la nariz, y me arroje el mentís por el gaznate hasta los mismos pulmones? ¿No habrá quien lo haga? ¡Ah! ¡Vive Dios! ¡Tendré que soportarlo, porque, a menos de tener el hígado de paloma, sin una gota de hiel que me amargue, tiempo ha que hubiera cebado todo los milanos del país con las entrañas de ese miserable! ¡Sanguinario y lascivo canalla! ¡Inhumano, traidor, impúdico y desnaturalizado asesino! ¡Oh venganza! ¡Pero qué bruto soy! ¡He aquí lo más duro: que yo, hijo de un querido padre asesinado, incitado por el cielo y el infierno a la venganza deba, como una meretriz, desahogar con palabras mi corazón y desatarme en maldiciones como una mujerzuela, como una fregona! Oh vergüenza! ¡Puaf! ¡Arriba cerebro!...¡Hum! He oído contar que personas delincuentes, asistiendo a un espectáculo teatral, se han sentido a veces tan profundamente impresionadas por el solo hechizo de la escena, que en el acto han revelado sus delitos; porque aunque el homicidio no tenga lengua, puede hablar por los medios más prodigiosos. Voy a hacer que esos cómicos representen delante de mi tío algo parecido al asesinato de mi padre. Observaré sus semblante, le sondearé hasta la médula, y por poco que se altere, ya se lo que me toca hacer. El espíritu que he visto bien podría ser el diablo, pues que a el diablo le es dado presentarse en forma grata. Si; y ¿Quien sabe si, valiéndose de mi debilidad y mi melancolía, ya que él ejerce tanto poder sobre semejante estado de ánimo, me engaña para condenarme? Quiero tener pruebas más seguras. ¡ el drama es el lazo en que cogeré la conciencia del rey!
..................................................
(3)
HAMLET:
Voy a deciros por qué; De poco tiempo a esta parte - el porqué es lo que ignoro-, he perdido completamente la alegría, he abandonado todas mis habituales ocupaciones, y, a la verdad, todo ello me pone de un humor tan sombrío, que esta admirable fábrica, la tierra, me parece un estéril promontorio; ese dosel magnífico del aire, la atmósfera; ese espléndido firmamento que allí ves suspendido; esa majestuosa bóveda tachonada de ascuas de oro, todo eso no me parece más que una hedionda y pestilente aglomeración de vapores. ¡Qué obra maestra es el hombre! ¡Cuán noble por su razón! ¡Cuán infinito, en facultades! En su forma y movimientos, ¡Cuán expresivos y maravillosos! En sus acciones, ¡qué parecido a un ángel! En su inteligencia, ¡que semejante a un Dios! ¡La maravilla del mundo! ¡El arquitecto de los seres! Y, sin embargo, ¿Qué es para mí esta quintaesencia del polvo? No me divierte el hombre, no, ni la mujer tampoco, aunque con vuestra sonrisa deis vos a entender que sí.